Uno de los componentes más importantes del bienestar de la población es la buena salud visual, y en adultos mayores, prima como una condición indispensable para mantener su autonomía e independencia en la vida cotidiana. [1]
La población mayor de 60 años va en aumento y con ésta, la presencia de enfermedades asociadas al envejecimiento, en donde las relacionadas con el sistema visual tienen una gran influencia en la calidad de vida de las personas. Es por esto que se genera la necesidad de relacionar información específica tanto de las patologías, como de los lugares donde se están presentando (sus puntos de atención), esto con el fin de visibilizar esta problemática antes las autoridades de salud, y de esta forma generar programas de prevención, detección y tratamiento temprano, así como ampliación de la cobertura y acceso a los servicios de salud visual.
En este sentido, los mapas han dejado de ser un recurso estático de información exclusiva para geógrafos pues ya no son una simple representación gráfica del territorio, sino herramientas que contribuyen al conocimiento y caracterización de una situación o fenómeno del mundo actual con mayor dinámica, pues permiten entender de una manera más completa dónde pasan las cosas y por qué justo están ocurriendo allí.
De acuerdo a cifras del último censo nacional de población y vivienda 2018 publicadas por DANE, el 68.3% de la población tiene entre 18-64 años, y el 9.2% corresponde a personas mayores de 65 años. La proporción de adultos mayores ha aumentado: por cada 100 personas menores de 15 años hay 41 personas de 65 años o más [2]. Actualmente no se cuenta con estudios de georreferenciación dirigida a patologías visuales, indispensables para emprender programas de prevención, detección temprana y rehabilitación visual.
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